lunes, marzo 26, 2007

HISTORIAS CON SOUNDTRACK 2
(No sé si esto que les cuento pueda resultar interesante o es que me estoy volviendo un viejito romántico y sentimental, pero sentí la necesidad de compartirlo)

Tarkus nació durante el verano de 1977 en la ciudad de Buenos Aires,en el barrio de La Paternal. Era un proyecto de dimensiones incalculables, alimentado por la irreductible imaginación de cuatro amigos que estaban convencidos de cambiar, con su música, todo aquello que pudiera ser modificado. Una noche que ya nadie recuerda con certeza, la habitación que servía de dormitorio a los hermanos Marcelo y Alejandro, se transformó en la sala de ensayo/cuartel de la banda.


TARKUS 1977 (Marcelo, Jorge, Alejandro, Hugo)


Por entonces, el rock nacional era sinónimo de “marginalidad” y cosa under; las radios emitían casi exclusivamente música en inglés y lo poco que se escuchaba en castellano, salvo el tango y el folclore, era lo que se llamó en su momento, “música complaciente” y estaba orquestado y pagado por las divisiones locales de las multinacionales discográficas.
Exceptuando Sui Generis, que logró un fenómeno de masas de forma natural, el resto del espectro musical rockero se movía en pequeños escenarios y locales, muchas veces allanados por la policía a mitad de la función. A pesar de todo, había una sensación de que se estaba gestando algo grande y todos, sin excepción, soñábamos con ser parte de aquella transformación. Ese era el espíritu de Tarkus y el motor que conseguía que cada noche de los cinco días de la semana, entre las siete y las doce de la noche, la banda arremetiera una y otra vez con un repertorio mitad Beatles, Rollings y Credence y mitad canciones propias basadas en duros riffs y letras en castellano.
Fueron dos años de rascar y rascar en una época donde tener un buen instrumento era utópico; donde grabar un demo suponía desembolsar una pequeña fortuna; donde tocar en público sólo se conseguía si se estaba dispuesto a salir a hacer bailes en los clubes de provincia. Aquellos años fueron ásperos y acabaron sistemáticamente con la mayoría de los sueños tejidos en interminables madrugadas. La ceniza de la ilusión se mezcló sin darnos cuenta con la de cientos de Parisienes consumidos uno tras otro.
Un día que ya nadie recuerda de 1980, la banda pareció morir de muerte natural y cada uno de los cuatro corazones guardó su ilusión bajo cuatro llaves y la llevó a recorrer el mundo. Marcelo, Alejandro y Hugo se fueron a Canadá; Jorge se quedó en Buenos Aires. Marcelo regresó al poco tiempo; diez años después lo hizo Alejandro. Hugo se quedó en Canadá para siempre y Jorge (el único que siguió ligado a la música) se fue a vivir a Mendoza donde se le perdió el rastro por mucho tiempo. La crisis del 2001 se llevó a Marcelo a España. Ese mismo año, a través de un hijo que lleva su mismo nombre, volvió a tener contacto con Jorge. La nueva tecnología hacía posible que a pesar de las distancias, los amigos volvieran a encontrarse.
Un día que ya nadie recuerda de 2006, Marcelo planea su primer viaje a Buenos Aires desde que emigró a España. Lo primero que imaginó fue lo “groso” que sería despertar a Tarkus, aunque más no fuera por unos cuantos días. El único problema era ver que disponibilidad tendría Hugo para coincidir con los demás en Buenos Aires. Un mail a Canadá con la idea y una respuesta inmediata preguntando “¿cuando hay que estar en Buenos Aires?”. Treinta años después Tarkus comenzó a sacudirse el polvo que lo cubrió mientras todos lo creyeron muerto, cuando en realidad había estado dormido.
El 24 de febrero Marcelo llegó a Ezeiza; al día siguiente Hugo regresó después de catorce años. Esa misma noche un asado en casa de Alejandro reunió a los viejos camaradas tejedores de sueños imposibles. Fue un viaje en el tiempo; volver a sentir la adrenalina de los veinte años; la indolencia de una época donde el pasado era patrimonio de los viejos, el presente se tomaba de un trago como un vaso de aguardiente y el futuro no iba más allá del día siguiente; la dulce y narcótica sensación de haberse despedido la noche antes, compartiendo el último pucho.


TARKUS 2007 (Marcelo, Hugo, Jorge, Alejandro en batería)

Los siguientes cuatro días, Tarkus recobró el aliento y la memoria, en una pequeña sala de ensayo cerca de Dorrego y Corrientes. La banda volvió a sonar y los corazones se pusieron otra vez al tope de las revoluciones y como si los treinta años se hubieran reducido a treinta horas, las sesiones tuvieron la mística de otras veces. La duda estaba en Alejandro, quien realmente había estado veintisiete años sin sentarse detrás de una batería, pero le bastaron un par de horas para que sus brazos y piernas trabajaran de modo independiente; Jorge siempre fue músico y Hugo y Marcelo tuvieron siempre una guitarra a mano.
Grabamos dos canciones para llevarnos algo, además de los buenos momentos vividos: Ruta 66, como un homenaje a Pappo y un tema del grupo, que por entonces gustaba mucho donde lo tocáramos. Tarkus, ha vuelto a dormir...pero esta vez lo ha hecho feliz. Nosotros, sus creadores también, luego de haber comprobado que nuestra propia energía bastó para mantenerlo “vivito y coleando” durante tres décadas.

(Las canciones están para escucharlas si realmente lo deseais, en el singingbox. Atreverse es exclusiva responsabilidad de cada uno.)