Es innegable que la tarea desempeñada por Kirschner en el comienzo de su mandato ha sido por demás encomiable, pues tuvo que batallar en varios frentes calientes al mismo tiempo. Hacer frente al FMI que se venía por todo, conciliar con Brasil para que este no aprovechara el mal momento argentino para sacar ventajas irreductibles y mantener a flote una economía interna donde lo único que crecía era la pobreza, fueron básicamente tres grandes desafíos en su gestión.
Pasado el tiempo se puede decir que ha sabido contener el “tsunami” que representaba cada uno. El problema que ahora se le presenta es como mantener el equilibrio sobre la delgada línea desde la que penden todos esos logros. La economía, como siempre, sigue siendo paradojal: han crecido las reservas, la inflación se encuentra medianamente controlada, pero la pobreza y el desempleo no paran de crecer, por mas que los diarios se empeñen en mostrarnos cifras engañosas. Cualquiera que tenga familia y amigos en Argentina sabe que, la mayoría están cada vez mas ajustados en sus presupuestos con un poder adquisitivo demasiado estrecho. La informalidad y el trabajo en negro siguen siendo moneda corriente en una sociedad que no acepta vivir de otro modo, simplemente, porque así se gana más.
El hecho de tener que transitar por tan estrecha senda hace que el malabarista, ante el menor descuido, comience a perder el equilibrio. Y esto es lo que esta comenzando a suceder en Argentina, y la única manera de que no se caigan todos los platos es buscando ayuda externa. Entonces Kirschner, en el plano internacional, se “hace amigo” de Venezuela, por aquello de que si soy amigo del mas malo, entonces cuidado que también soy malo; y en el plano local coquetea con los piqueteros, por la misma razón.
Lo que no se da cuenta es que este es un giro peligroso hacia un terreno en el cual puede quedar empantanado, atascado y sin retorno. Alinearse con Venezuela es mirar con demasiado cariño hacia el totalitarismo y volver al control de precios, para combatir la inflación es recrear la política de Perón, que ya sabemos donde termino: en el Rodrigazo. La frutilla de la torta es alentar a los piqueteros a controlar personalmente almacenes y supermercados regresando a la época mas oscura de la economía argentina cuando los grupos de tareas más radicales de los gremios ejercían de policía de control.
Digamos que su nuevo desafío es como separar la paja del trigo y deshacerse paulatinamente de la influencia de todos aquellos que en su momento le hicieron el aguante, pero que ahora le pasan factura.
martes, diciembre 06, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario