domingo, julio 23, 2006

¿Enamorarse o vivir
una historia de amor?




Desde que nacemos sólo una cosa nos obsesiona: el amor. De bebés el amor de nuestra madre es el motor de nuestra vida y a partir de que empezamos a asomarnos al mundo vamos proyectando el amor en otras personas.
La pregunta es ¿alcanza con enamorarse o lo realmente importante es vivir una historia de amor en algún momento de nuestras vidas?
Veamos algunas diferencias. Mucha gente confunde, o cree que es lo mismo, enamorarse que vivir una historia de amor, y pienso que no es así. Cualquiera llega a enamorarse al menos una vez en la vida, de hecho la mayoría lo hace en múltiples ocasiones. Incluso, el mero hecho de enamorarse puede ser un acto unipersonal, pues podemos caer fatalmente enamorados de alguien sin que ese alguien nos corresponda o hasta que ni se entere. Pero, para protagonizar una historia de amor, necesariamente hacen falta dos.
El cine ha sabido sacar partido de esa diferencia ya a partir de la literatura ha llevado a la pantalla grandes historias de amor. Y fijaos que las películas no cuentan simplemente historias de gente que se enamora (serían muy aburridas) sino que cuentan “historias de amor”.
Las historias de amor, en general, no tienen final feliz, aunque hay algunas que sí, pero son casos muy puntuales. Y esto se da porque son historias de perdedores. Están protagonizadas por seres que se encuentran de manera abrupta o fortuita; seres cuyas líneas de vida nada tenían que ver hasta el momento del encuentro. Orbitas que el azar hace coincidir y que más tarde se encarga de disgregar. El leit motiv de una historia de amor siempre va a contrapelo del mundo y enfrenta a sus protagonistas de manera hostil con la sociedad.
La adrenalina, el pulso a mil por hora, el miedo al futuro, o el dolor e impotencia de no poder detener el presente que inexorablemente se transforma en pasado, son algunos de los elementos que marcan una historia de amor. En ellas, el pasado no existe y el futuro es un abismo inconmensurable e incierto. Sólo cuenta el hoy, el instante: es como caminar sobre una pelota.
Uno oye y lee a diario, que la gente habla y escribe de lo feliz que es con sus parejas y lo bien que tienen amalgamada la vida: familia, trabajo y salud. Pero, lo que nos mueve la fibra, lo que queda en nuestra memoria, lo que nos lleva a opinar y a comprometernos son las historias de amor, ¿o no es así? Esa situación de enamoramiento de nuestros vecinos, prodigándose arrumacos, y caminando hacia el futuro hasta que la muerte los separe, sobre un espejo de calma, jamás nos arrancará un gesto de emoción.
En cambio Meryl Streep llorando en silencio en el final de Los Puentes de Madison mientras la camioneta de Clint Eastwood se marcha definitivamente o Nicolas Cage dejándose morir en Leaving Las Vegas, para no cagarle la vida a la prostituta de la cual se ha enamorado, nos parten el alma y dejan una huella en nuestra memoria.
¿Quién no hubiera querido ser Robert Kincaid y Francesca Johnson de “Los Puentes de Madison”, o Ben Sanderson y la prostituta Sera de “Leaving Las Vegas”, o Alice y Michael de “Cuando un hombre ama a una mujer”, o Rhett Butler y Scarlett O´Hara de “Lo que el viento se llevó”?
Creo que muchas personas cambiarían su pequeña parcela de felicidad conquistada por la vorágine impredecible de una historia de amor.
¿Tú qué opinas? ¿Cuál es esa historia de amor que recuerdas cada tanto o película que ves hasta el cansancio?

jueves, julio 13, 2006

El G8 y Africa o el perro que se muerde la cola

Cada año, luego de la reunión, el G8 emite un comunicado grandilocuente con el cual espera convencer al resto del mundo, de que está trabajando en la tan ansiada solución al problema de África. Y cada año nos miente a todos como a párvulos. Tiran la pelota para adelante y reparten una lluvia de monedas, que vista la sequedad del continente, hasta parece una lluvia torrencial. Pero no es más que una limosna inútil
Mientras tanto, el mismo G8, encaramado en otras organizaciones, gasta ingentes sumas de dinero en financiar guerras liberalizadoras, que todos saben no van a liberar a nadie, porque si hay algo que la fuerza jamás ha podido, es torcer la autodeterminación de los pueblos. Lamentablemente, el mundo, -y me refiero a los ciudadanos comunes y corrientes- sabe que ni las guerras transformarán a las naciones del medio oriente en paraísos occidentales ni que en el corto o mediano plazo se va a terminar la hambruna y las epidemias en África. Los gobiernos jamás escuchan a los ciudadanos una vez que estos los han colocado en el poder. Sólo con aceptar las más mínimas reglas de la democracia, los dueños del mundo, es decir el G8, harían del mundo un lugar mucho mejor de lo que es, más justo y equitativo.
Se realizan condonaciones de deuda externa a naciones donde su población sobrevive con menos de un dólar al día, pero nadie denuncia que los cuatro, cinco o seis mil millones condonados descansan en cuentas privadas de bancos suizos o en paraísos fiscales. Se intenta forzar a las naciones africanas a adoptar modelos económicos que han fracasado rotundamente en otras regiones del mundo como Sudamérica, simplemente porque son recetas que potencian la corrupción del estado. ¿Quién puede ser tan ingenuo de creer que un sistema de privatizaciones, liberalización del comercio y desregulación puede ser beneficiosa para cualquiera de las naciones pobres de África?. Nadie, por supuesto. Ni ellos lo creen. Sucede que es la manera que tienen las grandes potencias de hacerse legalmente con los recursos naturales y energéticos de esas naciones, que por otra parte, no son poca cosa.
África sigue siendo un continente en estado colonial y los africanos siguen siendo tan esclavos como sus antepasados que fueron cazados y embarcados hacia América hace cuatrocientos años. Sólo ha cambiado el método.
Un nigeriano que malvive con un dólar por día mientras su país es el octavo productor de petróleo del mundo es lisa y llanamente un esclavo y su patria un estado colonial.
El cambio en África empezará el día que su población reciba una educación que le permita elegir a sus gobernantes sin temor; una educación que cree en ellos la conciencia del cuidado personal y del medio ambiente. A partir de allí, habrá que esperar los tiempos lógicos de la transformación.

Mientras tanto el deber de la grandes potencias será velar y ayudar a llevar a cabo esa transformación. El único problema es que luego va a ser imposible canjearles los diamantes por espejos. Caso contrario, seguiremos asistiendo al espectáculo del perro que se quiere morder la cola y a excelentes festivales de rock en Nueva York y Londres.

viernes, julio 07, 2006

¿Tenes miedo al avión?

(Estos dos sonrientes para la foto, todavía no se dieron cuenta que se van a estrellar contra uno que viene a contramano)

Se acercan las vacaciones en el hemisferio norte y en menor medida en el sur, también se toman sus días en invierno. Y si nos toca tomar un avión, siempre, por más que nos recuerden que es el medio más seguro de transporte, nos corre una cosquillita y ¿quién no ha pensado si no será justo su avión el que rompa las estadísticas?
Tengo un concepto formado al respecto del miedo o no a los aviones. Si bien hay gente que asegura ir cagado en las patas cada vez que coge un avión, aunque hayan viajado mucho, creo que el miedo queda condicionado a cómo hayan sido las primeras experiencias. Lo que esta claro es que la primera vez uno siempre va cortando clavos. Y no para de pensar y de analizar cada cosa que ve, oye o huele.
Al poco tiempo de casarnos íbamos con mi esposa a Uruguay desde Aeroparque. Yo tenia experiencia en volar, pero mi mujer no. Una vez embarcados, con el avión a tope, mi mujer me dice en secreto con los ojos desencajados “¿no sentís un olor a nafta que voltea?”...Y sí, había un poco de olor a combustible de mechero, pero el tema es que a partir de ese momento empecé a buscar la gotera por donde estuviera chorreando el combustible que haría exlotar aquel avión de Aerolíneas. El viaje de media hora me pareció de dos meses. A partir del despegue, cada detalle hacía presagiar una desgracia. Mi mujer vió, por ejemplo, que las alas estaban flojas y que los reactores estaban a punto de desprenderse de las alas. Al mismo tiempo conjeturaba que las azafatas disimulaban muy bien la inminencia de la caída al río de la plata, para no sembrar el pánico. Por eso nos sirvieron los “sanguchitos” y el vaso de coca cola (en aquella época lo daban, ¡que increíble!).
Esta anécdota seguramente hará recordar a muchos, sus propias anécdotas aéreas. (si los que leen el blog quieren dejar su testimonio, sería interesante)
De todos modos, siempre conviene antes de tomar un avión, hacer un poco de investigación acerca de la compañía, sus estadísticas y su prontuario. Para ello hay un sitio excelente que es http://www.airdisaster.com/ donde se puede ver la totalidad de los accidentes aéreos desde 1950 a la fecha, ordenados por año, con su reporte en detalle y hasta fotos. También se puede buscar por compañía y ver con que promedio vienen. En fin, que es un sitio para darse un poco de máquina antes de viajar y terminar de comprender que después que cierran las escotillas, estas literalmente jugado.

domingo, julio 02, 2006

tristeza nao tem fim

Con 24 horas de diferencia la noche se vino a sudamérica. He leído por ahí en algunos blogs, achacar la derrota de los nuestros a cierto favoritismo del árbitro o a que estaba arreglado que debía ganar Alemania para favorecer el negocio. No. El partido lo perdimos nosotros, más allá de algún error que pueda haber cometido el juez; errores que se cometene en todos los partidos. El fútbol es así: un juego (no sé si no es el único) que admite el error humano y la picardía en el resultado final.
No nos olvidemos que ganamos un mundial porque un árbitro no vio una mano que vio el resto del mundo. Y en esto de la picardía somos los maestros. Calavera no chilla, dice el refrán tan nuestro, entonces no lloremos y esperemos la siguiente oportunidad.
Jugar con el anfitrión siempre es dificil, pero si luego de ponernos uno a cero hubieramos seguido atacando y hubieramos hecho otro gol, y luego otro...no hay referee que mueva el resultado.
El técnico se equivocó al poner el equipo en la cancha, dejó en el banquillo a la promesa de fútbol más importante del momento y luego quiso "aguantar" con ocho tipos defendiendo. Eso se puede hacer si enfrente tenés a un equipo mediocre, pero no si está Alemania y encima jugando en casa.
Hoy le tocó a Brasil, por la misma causa: miedo y lentitud.
Las derrotas duelen, pero el dolor de las derrotas pasa rápido, en cambio, el dolor de la frustración deja cicatrices y dura mucho más en desaparecer y creo que ayer y hoy y mañana lo que sentimos y sentiremos es frustración, porque estabamos para más y teníamos para más.
Quiero que se vaya Peckerman (jamás me gustó su estilo), pero deseo fervientemente que se vaya Grondona, el gran dictador del futbol argentino que jamás escuchó al único interlocutor válido: el hincha que paga y sufre.