lunes, diciembre 31, 2007

Vientos de Agua (Capítulo personal)

El de barba fuimos todos

El último post del año. No quiero ni tengo ganas de hacer balances de fin de temporada ni prometerme cosas que finalmente, sé que no voy a cumplir, pero tengo ganas de hablar de mi pequeña gran experiencia en Europa. El pasado 22 de diciembre se cumplieron cinco años de mi llegada a España y como cada año agradecí ésta oportunidad que me llegó en la vida, cuando más la necesitaba. Los hechos de diciembre de 2001 en Buenos Aires significaron, para mí, la orden de desalojo. Tenía que abandonar el país. Diez años después se confirmaban mis pronósticos; todo lo que dije y que me llevó a más de una discusión con gente que creyó en Menem y su visión de que las vacas vuelan. A mi el corralito no me afectó, porque como nunca confié en el sistema, los 4 duros que tenía, estaban en mi casa. Es más, me favoreció porque me pesificaron la hipoteca y la prenda del auto, pero sentí que aquello era el final. Conmigo ya no contarían para nada más. Aquel veinte de diciembre, cuando salí de La Trastienda de ver a David Lebon y la ciudad estaba en llamas, las esquinas con piquetes de enmascarados quemando neumáticos, la gente en la calle decepcionada batiendo cacerolas, pidiendo lo que nadie le dio ni le dará jamás; aquella noche, volviendo a mi casa, sentí miedo y asco.
Un año después, el 22 de diciembre de 2002, aterricé de madrugada en el aeropuerto de Santiago de Compostela. Hacía frío y llovía a cántaros. El mal tiempo continuó, aquel año en Galicia, hasta pasado el día de reyes. Cuando salió el sol por primera vez y me dejé acariciar por el azul diáfano de mi nuevo cielo, comprendí que no me había equivocado. Me costó encontrar trabajo, por aquello de que hoy en el mundo, si tienes menos de treinta te falta experiencia y si pasaste los cuarenta, estás desactualizado. A pesar de todo confiaba en que tendría una oportunidad, porque España es un país de oportunidades, como alguna vez lo fueron, los países latinoamericanos. Han cambiado algunas cosas, porque el río de la plata que conquistaron españoles e italianos cien años antes, era la tierra prometida, un territorio sin fronteras donde estaba todo por hacer. Europa es actualmente, una gran nación de veinticuatro países, donde está casi todo hecho, pero siempre hay cosas por hacer.
Para adaptarse a este medio hay que estar dispuesto a ser honesto, humilde y competitivo. Aquí nadie te regala nada. Cada día tienes que demostrar que vales; que estás dispuesto a aprender y en modo fundamental, ser agradecido. Particularmente, no dejo pasar oportunidad de reflejar mi gratitud. Este país me dio una chance, me abrió sus puertas, me ofreció seguridad, salud y educación. El Estado Español me demuestra cada día que le importo como ciudadano, pero que más le importo como persona y eso, definitivamente, me ha hecho mejor persona. Hoy tengo guardado bajo cuatro llaves el “Manual Práctico de Viveza Criolla” y en cambio trato de ejecutar cada día, el “Manual Práctico del Buen Ciudadano”. Hoy siento que quiero a este país y a su gente; me alegra y me conmueve su alegría y su tristeza; me emociona la historia más reciente y oír hablar a las generaciones que vivieron la guerra civil; me puedo pasar horas escuchando a un anciano, y me repito mentalmente “ésta gente sí, que aprendió la lección”. Esa misma gente, casi siempre, me pregunta cuándo me voy a volver, si tengo planes a futuro. Siempre les digo lo mismo: “únicamente que perdiera la memoria y me olvidara los motivos que me llevaron a emigrar, podría cometer semejante error”. Después de todo, y como reza un viejo refrán del refranero español: “la vaca no es de donde nace sino de donde pace”.

Pd. Un beso a todos y será hasta el año próximo.

lunes, diciembre 17, 2007

en vuelo...

El avión se coloca al principio de la pista y acelera al máximo las turbinas. Son las cinco de la tarde y el sol otoñal de Madrid brilla desvergonzado. Miro a través del pequeño ojito que es la ventanilla y siento como cada vez que viajo, la extraña sensación de dolor-placer que me dice que estoy vivo. La sombra del avión sobre el asfalto se dibuja con una nitidez que no recuerdo haber visto anteriormente. Acelera la máquina y acelera la sombra. Yo voy en la máquina, pero sé que también voy en la sombra. El avión eleva apenas el morro y la sombra, como resignada por no haber ganado el sprint, se marcha en sentido contrario.
Me quedo observando la sombra que se agranda, difumina y aleja lentamente mientras el avión toma altura. Me siento partido en dos; me siento en un limbo a mitad de camino entre la vida y la muerte. Traía conmigo un periódico y una libreta de sudokus para el viaje, que no consigo abrir. Casi una hora con la mirada fija a través de la ventana, buscando en la superficie del planeta que gira diez mil metros más abajo, la sombra en la que viaja algo de mi. Me preocupa saber cuánto de mi va en cada lado. Mi corazón late en la parte que va en el avión; lo sé porque puedo oírlo, pero ¿qué mantiene con vida a esa otra parte de mi que viaja en la sombra?. ¿Dónde está realmente la sombra en este momento? ¿Y si el sol se apagara de repente, qué pasaría con mi otra parte? Me desespera pensar que mis dos partes no puedan volver a juntarse nunca más; me da mucho miedo que en la parte que viaja en la sombra viajen mis sentimientos, mis recuerdos, mis imágenes de ti, los archivos de la memoria que conservan el proyecto final de aquel amor inmenso que jamás se llevó a cabo.
La voz del comandante avisando que estábamos próximos al aeropuerto de Santiago, me obliga a cambiar de postura, recoger la mesilla, ajustarse el cinturón. La ciudad ya se ve en detalle. Pasamos sobre ella y viramos casi ciento ochenta grados para quedar de frente a la pista. Las turbinas aceleran y los flaps se despliegan. Perdemos altura y el paisaje recupera su naturalidad. Cuando debemos estar a poco más de cien metros de altura, veo aparecer la sombra entre los bosques que rodean al aeropuerto. Está por detrás de nosotros pero viene muy de prisa. Nada la detiene y llega justo en el momento en que el chirriar de los neumáticos nos indica que tocamos tierra. Respiro hondo. El avión se detiene junto a la manga y la sombra está allí. Cuando atravieso la salida me invade una especie de paz celeste de saber que por esta vez, al menos, he recuperado todo lo mío, que durante una hora permaneció en tierra, dentro de la sombra.

Pd. Si quieres pasar por aquí, hay cosas nuevas

sábado, diciembre 01, 2007

¿Bailamos...?

(Este post se me ocurrió por algo que escribió Milo en su blog)

El baile debe ser de las pocas cosas que ha estado presente en todas las civilizaciones, culturas y épocas en las que el hombre ha sido protagonista, ligado a todas las actividades religiosas y sociales de las personas. Por ejemplo, no existe película con aspiraciones que no incluya una escena de baile entre sus protagonistas.
No me interesa analizar la evolución del baile desde la antigüedad hasta nuestros días, sino señalar o recordar de qué manera, una hermosa canción que nos permita bailar con “ese otro” que está frente a nosotros, puede proporcionarnos un momento irrepetible de felicidad, aislarnos del mundo, suspendernos en una nube, enamorarnos.
Mucha gente declara que no le gusta el baile, pero pienso que lo hacen, solamente para encubrir la timidez que les provoca lanzarse a algo que atrae y gusta a todos. El miedo al ridículo es más fuerte que el deseo de moverse al compás de una música que opera como si fuera un gran engranaje acoplado en el alma.
La mayoría de las personas cultivan el baile durante su adolescencia y primera juventud; luego, tristemente, lo abandonan sin darse cuenta que están dejando de lado una actividad que puede mantenerles jóvenes y vitales hasta el último de sus días.
Todos tenemos “esa canción” que nos gustaría bailar con la persona que amamos o con la cual podríamos enamorarnos de manera rotunda de la otra parte, todos hemos soñado o hemos sido protagonistas de un baile que llevamos grabado a fuego. Muchos prefieren los lentos, otros los rápidos donde se puede mostrar destreza.
A mí, ésta canción me parece “La Canción” para bailar y enamorarme y desear que el mundo se detenga. Me gustaría, además de las opiniones, conocer cual es esa canción que puede ser el leit-motiv de tu vida, con la cual te has enamorado o con la que estás seguro que perderías la noción del tiempo.
(Y después me armaré un disco con todas ellas)
(La canción es Stumblin in, cantada por Suzie Quatro y Chris Norman allá por los '80)