miércoles, enero 17, 2007

Historias con soundtrack

La primera vez que salimos me dijiste que, si bien te gustaba la danza, rechazabas ir a una discoteca a bailar. Te molestó que soltara una carcajada y el castigo fue un beso que terminaste mordiéndome el labio. En una ciudad como Buenos Aires, que a mediados de los setenta tenía casi tantos lugares de baile como farmacias, era demasiado extraño que una adolescente, a pesar de los argumentos, fuera tan radical respecto a una costumbre generalizada.
Aquella noche empecé a conocerte y a quererte pero fue mucho tiempo después cuando, realmente, admiré tu sólida rebeldía y la libertad con la que actuabas. Ibas contra el sistema y todo lo que éste quisiera imponerte. Detestabas maquillarte por el mero hecho de embellecerte y la ropa, sólo te importaba que estuviera limpia y fuera adecuada al clima. Y yo, para hacerte hablar, no hacía otra cosa que mencionar marcas, modas y lugares top de la noche de Buenos Aires. Eso me divertía.
Es que vos tenías un concepto diferente de la vida. Mirabas las cosas desde otro ángulo; tu punto de vista parecía un lugar lejano donde nunca nadie de nuestra edad había estado. Podías pasarte horas hablando de política, filosofía, Freud o de cine. Adoraba escucharte, aunque todo aquello me sonara a “chino básico”, como te dije una noche cuando querías explicarme, a grandes rasgos, los fundamentos del marxismo.
Con el tiempo me di cuenta lo importante que fuiste en mi vida, porque cuando ya no estuviste, la semilla de tu inquietud quedó sembrada en mi alma y una manera de recordarte fue bucear en cada uno de tus temas preferidos.
Nuestra relación siempre estuvo signada por la inmediatez de la cosa improvisada. Tenías novio - me lo dejaste bien claro desde el primer momento – y en cuanto regresara de España, harías tus papeles y juntos marcharían a vivir a Canarias. ¿Estarás allí ahora? En ocasiones, me resultaba inevitable apartarme del guión, que habías escrito para los dos y hablar de futuro y aunque no lo expresara con las palabras, lo pensaba continuamente. Guardaba la esperanza de cambiar el final de la historia y que la heroína se quedara con el "otro". Sabías de mi debilidad por ti como que hubiera hecho cualquier cosa por transformar nuestra relación de amor al paso en una estación donde apearnos por el resto de la vida. Pero tu respuesta siempre fue la misma, “carpe diem, mi amor”. Finalmente hube de reconocer que tenías razón: si piensas demasiado en el mañana el hoy te pasa inadvertido.
Y llegó el día. Lo elegiste como quien elige un restaurante par una ocasión irrepetible. Me tomó de sorpresa que me pidieras de ir a bailar el sábado. ¿Por qué? te pregunté; “porque me lo pediste muchas veces”, fue tu respuesta al otro lado del teléfono. Esa noche te habías maquillado apenas, pero no recuerdo haber visto un rostro más luminoso; llevabas un pantalón negro acampanado y una camisa blanca muy ajustada de cuello grande y un perfume cítrico que, hoy mismo, podría reconocer entre miles. En todo momento tuve la sensación de que el mundo giraba en torno de ti; me parecía que la gente que colmaba el sitio eran todos extras de una superproducción que vos y yo protagonizábamos. Bailamos; nos reímos de nosotros y del mundo que nos circundaba; nos pusimos alegres con un par de gintónics y nos besamos como nunca hasta que anunciaron la última canción. Quedaba poca gente en el salón y sonó “killing me softy with his song” en la voz de Roberta Flack. Nos abrazamos y bailamos. Te repetí que te quería. Te pregunté si me querías. Me abrazaste más fuerte y no quisiste mirarme a los ojos.
Horas más tarde, mientras jugaba con tu pelo y vos con tus dedos dibujabas círculos concéntricos en mi ombligo, te dije que tenía el presentimiento de que no nos volveríamos a ver. “No pienses en eso, el azar nunca deja cabos sueltos”, fue tu conclusión.


sábado, enero 06, 2007

Las ideas al servicio del absurdo





Si tuviera que colocarle un calificativo al atentado de ETA en la T4 de Barajas, diría que es un hecho absurdo. También son absurdas las dos muertes que se produjeron, así como los daños materiales y colaterales derivados.
La palabra absurdo significa “contrario a la razón”, y creo que no hay mejor palabra para definir el atentado, simplemente, porque quienes lo provocaron así como las motivaciones que puedan subyacer detrás de sus ideas, me parecen absurdas, es decir contrarias a la razón.
Puedo comprender la rebelión de un individuo o un pueblo sojuzgado, oprimido, limitado o privado de sus libertades físicas y culturales, discriminado o abusado; puedo entender a quién comete un crimen en defensa propia o para proteger a su familia; soy de los que piensan que “el fin justifica los medios”. Entonces me pregunto ¿cuál es el fin de ETA que justifique estos medios?
El pueblo vasco ni se encuentra sojuzgado, ni oprimido, ni limitado o privado de sus libertades físicas y culturales, ni discriminado, ni abusado; su gente no se encuentra amenazada en su integridad.
¿Dónde está el enemigo entonces? ¿Es el resto de España el enemigo? ¿Burgaleses, andaluces, valencianos, gallegos o madrileños? ¿Son éstas personas los enemigos del pueblo vasco de quiénes hay que defenderse y a quiénes se debe atacar?
Cómo puede ser que en una época dónde la política internacional de las sociedades europeas marcha hacia la eliminación de las fronteras y la integración, pueda existir un puñado de nostálgicos cuyo único fin sea crear una frontera dónde nunca la hubo. Qué base lógica puede explicar el discurso frío y literal de una pancarta que reza “autodeterminación del pueblo vasco” o “libertad para Euskadi”.
Cualquiera que haya estado alguna vez en el País Vasco sabe y ha visto que el pueblo vasco esta totalmente autodeterminado y que vive en la más absoluta libertad. Tienen y ostentan su bandera, cuentan con instituciones gubernamentales, económicas y políticas; poseen medios de prensa y televisión autonómica; hablan su propia lengua sin ningún tipo de restricciones, la enseñan en los colegios libremente y cualquiera puede elegir la educación de sus hijos en euskera; está garantizada la libertad de cultos y no existen problemas étnicos. ¿Dónde reside el conflicto? ¿Qué es lo que falta a cualquier vasco para sentirse plenamente vasco?
Así rápidamente se me ocurren un par de cosas: un puesto de aduanas en la N1 a la altura de Miranda de Ebro y una selección de fútbol. Pero claro, puestos a transitar el camino de los absurdos, esto también lo podrían reclamar los salmantinos o los gaditanos. Nada ni nadie amenaza o cercena el sentimiento vasco ni la identidad de los individuos o el pueblo en su conjunto.
Esto está tan claro, como que detrás de todo se esconde la mezquindad de algunos que abusan del sentimiento popular para mantener a flote una utopía que se hunde por su propio peso, no porque no sea o haya sido justa, sino porque la actualidad de este siglo veintiuno, la ha caducado.

Nota: Soy de ascendencia vasca en un 75%, es decir, tres de mis cuatro abuelos, eran descendientes de vascos. Trabajo y recorro mesualmente alguna de las provincias del País Vasco y puedo decir sin temor a equivocarme que son uno de los pueblos más hospitalarios que conozco. El País Vasco es bello y acogedor; es un lugar donde cualquiera se siente cómodo y en su casa, por eso me duelen estas circunstancias, tan alejadas del sentimiento mayoritario de la gente que solo aspira a vivir en paz y adorando su pueblo y su geografía.