sábado, abril 04, 2009

Cuento y Ejercicio

El Cuento



Pasaba horas mirando a través de la ventana de aquel bar que daba a la Plaza Mayor. Cada tanto escribía algunas palabras en un cuaderno de tapas verdes. No parecía estar allí para escribir sino más bien para observar pasar el tiempo de un modo indolente. Para ello, ocupaba invariablemente la misma mesa y fijaba la vista en la misma dirección. Siempre pedía lo mismo: un café descafeinado de máquina, cortado con leche templada; luego lo revolvía hasta el hartazgo a pesar de no ponerle azúcar y cuando estaba casi frío, lo bebía de un sorbo.
El camarero, al principio y después de un tiempo prudencial, se acercaba a ofrecerle algo más, pero últimamente había dejado hacerlo. A pesar de estar cuatro o cinco horas cada día, sólo consumía ese único café con leche. Había logrado aislarse totalmente en aquel escenario. Tanto en su comportamiento como en su actitud podía observarse algo que indicara alguna forma de anomalía. La vestimenta lucía prolija aunque no era moderna y su aspecto era aseado.
Los habituales al bar, casi todos oficinistas y empleados en los edificios aledaños, hablaban por lo bajo y hacían conjeturas.
“La ciudad está llena de personas que no tienen adónde ir”, sostenía el camarero. “Vaya a saber en qué lugares pasa el resto del tiempo y la noche”, repetía otras veces, con un aire de conmiseración, a quién quisiera oírle. Muy pocos recordaban su voz, porque hablaba en un tono muy bajo, casi en susurros.
Solía llegar puntualmente a las nueve y marcharse entre la una y las dos de la tarde. Antes de retirarse sacaba una moneda de un euro que dejaba junto al servilletero; saludaba apenas levantando su mano y salía a paso ligero y silencioso en dirección a la avenida. Nadie conseguía calcular el tiempo transcurrido desde la primera vez en que había entrado al bar, pero todos estaban de acuerdo en que estaría próximo al año.
Una tarde de diciembre, sin embargo, se marchó sin que nadie lo notara. Cuando el camarero miró hacia la mesa, ya no estaba. Pudo ver en cambio, la moneda junto al servilletero pero le llamó la atención también, el cuaderno de tapas verdes en un costado. Se acercó a recoger la taza y también cogió el cuaderno. En ningún momento se le pasó por la cabeza abrirlo, simplemente lo colocó en un estante elevado a la espera de devolvérselo al día siguiente, pero no volvió jamás.
Pasados los primeros días, en que los habituales echaron en falta aquella extraña presencia que ya formaba parte del paisaje interior del bar, su recuerdo se fue desvaneciendo como si disipa la niebla otoñal bajo el sol del mediodía. Una mañana lluviosa, casi dos meses más tarde, alguien entró preguntando por aquella persona. Traía consigo una fotografía que enseñó al camarero. Éste, moviendo apenas su cabeza dijo lacónico: “no, no es alguien que venga por este bar”.

El ejercicio:
Si llegaste al final del cuento, me gustaría saber -además de si te gustó o no (las críticas despiadadas también son bienvenidas), -el sexo y la edad aproximada del personaje que fue creando tu mente y cualquier otra cosa que te sugiera.

24 comentarios:

Ana dijo...

Es un hombre y tiene 48 años.
Y me gustó... se viene una segunda parte?

Viv. dijo...

Un relato fluído, claro y con buena dodis de intriga; quizás el camarero no quería delatar al protagonista que bien podría ser un prófugo, se me ocurre, porque después de asistir durante un año a un sitio y permanecer en él tantas horas, es poco posible que no le reconozcan transcurridos apenas dos meses ... ¿¿Cómo sigue??

Buen finde!

Belén dijo...

El cuento me gustó, me gustan los textos cortos, concisos y que cuentan cosas, pero que dejan parte a la imaginación del lector (de echo me has dado muchas ideas ;))

Creo que es un hombre de mediana edad, unos 50 años, y con alguna tara al caminar, no me preguntes porqué pero eso me vino a la cabeza...

Besicos

Unknown dijo...

Nos gustó. Nos imaginamos un ambiente gris, como el de la foto y al personaje principal, de unos 49 años.
¿Por qué será que cuando alguien desaparece, automáticamente pensamos que está muerto?...

Anónimo dijo...

increible relato marcelito...pasando a visitarte y deseando que tengas un gran inicio de semana, abrazos :)
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Susana dijo...

umm soy pésima para echar edades, pero unos 45 aprox y hombre, muy observador...en fin, besitossssssssssssss

Cynthia dijo...

Comencé a leerte, primero apagué la música no me deja llevar el relato como quiero sentirlo por si solo.
El personaje me inspira un hombre de 40 años aprox, la historia una nostalgia y fria vida metódica y un salto abismal a una realidad cruda y sincera de la vida misma, fuera de ese bar mundo y vuelo del habitual amigo de café e historias ajenas.
Me dejó un sabor amargo, un tinte de nostalgia y melancólica mirada tierna.

besotes.... muchos.

Nochestrellada dijo...

Hola!

Me gustó mucho el relato...

Adoro esos bares!más de una vez me senté en una mesa similar a estas, a ver el entorno, la gente del bar, la que se ve pasar por las ventanas, imaginar quienes son, que hacen, a donde van...

Buen, te cuento que me imaginé al leerte.Creo que es un hombre, tiene mas de 50 años, me lo sugirió su ritual del café. Creo que este hombre alguna vez entró a este u otro bar con sus compañeros de trabajo, pero ahora está desempleado, y no sabe donde ir, por eso se queda horas sentado, pensando...

Me imaginé otras cosas más, por ejemplo, quien es la persona que lo busca...
Pero prefiero volver y leerte...

besos!

Bego dijo...

Un hombre entre sus medios 40 y hasta los 50 y muchos.
Además pensé que se había quedado desempleado pero no había dicho nada en su entorno.

MAR dijo...

no me mientas aunque la verdad me duela
ME GUSTA TU PERFIL.
EL CUENTO...MUY BUENO...LA REALIDAD...LA EDAD NO TIENE IMPORTANCIA..ES SOLO EXTERNA...EL AMOR Y LA PASION NO CONOCEN DE FECHAS.
Besos
mar

Beatriz Montero dijo...

He visto a un hombre maniático, depresivo y de mirada triste. De unos 50 años. El cuento engancha y me quedé con ganas de saber que había escrito en el cuaderno de tapas verdes.

Minombresabeahierba dijo...

Un hombre de alma solitaria de mi edad.
Con mucho que compartir pero sin quien compartirlo.
Todo su sentimiento escrito en ese cuaderno.

PD: Interesante que la idea de edad de los comentaristas sea alrededor de los 50 años.

Gabriela dijo...

Yo le doy 56 años.

Gabriela dijo...

Podría ser mujer.
La mayoría de los hombres no son tan exigentes a la hora de pedir un café, aquí se está pidiendo descafeinado de máquina y cortado con leche templada.

En un bar al que frecuentan oficinistas, creo que la presencia de una mujer con esas caracaterísticas resalataría mucho.

Zebedeo dijo...

El relato me gustó, contagia la melancolía que supongo al personaje masculino de unos cuarenta y tantos. Es interesante lo que propones ya que cada uno leemos un personaje diferente según nuestra mente también diferente.

Cynthia dijo...

Respuesta...
si lo estoy haciendo...
pero no me animo a publicar todavia, estoy trabajando en eso.

besos gracias por tan lindas palabras siempre.

Ponch dijo...

Me encantó.
Me encantan los finales que me hacen cambiar el gesto cuando los leo.
Te felicito amigo, ahora quiero leer otros!

Hombre de veintipico, casi treinta que en vano disfrutaba de saber q aunq espere el momento nunca iba a llegar.
Menos mal q no estaba cuando llegó.
Y decile al mozo que estuvo bien, muy bien.

Besos

Gabriela dijo...

y?

fiorella dijo...

Un hombre de unos 50 años. Me intriga el cuaderno de tapas verdes.Un beso

begusa dijo...

llegué al final, me gustó (aunque me dio rabia), la chica tenía unos treinta y pocos era pelirroja (porque de este modo soy incapaz de amarla), el pelo largo y rizado, encrespado y frustrada por no saber dibujarse bien la raya del ojo. Probablemente llevaba en el dedo corazón de la mano izquierde un anillo con forma de pelusa o de huevo frito... y olía a manzana o a incienso... a tierra mojada... también es probable que no supiera pronunciar bien la letra R o que fuera disléxica...

Inés dijo...

Marcelo yo también te quiero!!! qué cuento!!! por favor quiero saber más.

a ver un hombre de 43 o 44 años, escritor, la persona que pregunta por el una mujer de treinta y algo.

muchos besos para ti,
Inés

uruguaya dijo...

Mujer, en sus cuarenta. Quien entra es la hija.
Me intriga por qué el camarero no dice que antes venía al bar.
Si no hubiera sido con Euros, lo hubiera situado en la década del setenta en Buenos Aires, y pensaría que el camarero negó conocer a la persona pesando en tal vez salvarle el pellejo...

Anónimo dijo...

No sé por qué me lo imaginé a Sabina.

QuiqueIV dijo...

Hola Ángel Marcelo.
Acabo de conocerte por el libro V Encuentro Poetas en la Red. Soy amigo de Pedro Lucía. Voy con la contesta.
Ubicación: El bar es uno de la plaza Mayor de Madrid. Los ventanales por los que mira el protagonista están bajo soportales.
Perfil: Tiene 59 años, esta desempleado pero por primera vez y poco tiempo antes de empezar sus matutinas estancias en el bar.
Barrunto: El camarero y el cliente que intriga a todos, se caen bien. El cuaderno verde lo deja a propósito.
Continuación: Tú y yo sabemos que el camarero acaba leyendo el cuaderno. No sé si antes o después de la visita de la mujer. Estoy convencido que el cuaderno acaba en manos de la mujer, pero no sé cómo. La edad de la mujer la sabremos en la proxima entrega de tu propia mano.
Felicidades por tu don de la escritura sugerente, por tantos, tan entregados y tan astutos amigos.
Saludos que viene de “salud”,
QuiqueIV.